El primero de Diciembre de 1977 empezó como una simple cena de despedida de año, una organizada por Albus Dumbledore, en la cual entre los invitados se encontraban sus actuales alumnos y aquellos que una vez lo habían sido. Pero en abundancia, también se habían invitado aurores y futuros aurores. ¿La razón? Una sospecha, una que lamentablemente para algunas y deliciosamente para otros, terminó por convertirse en un hecho.
Mortífagos y criaturas mágicas con la lealtad hacia Lord Voldemort marcada en sus antebrazos y en sus mentes, atacaron Hogwarts esa noche. Consigo, la sangre, la muerte y el dolor golpearon las paredes del colegio como un tsunami tras otro, en efecto dominó. Y así, ahogaron las esperanzas y los esfuerzos de los aurores, de los profesores, de los mismos alumnos, e incluso, los de Dumbledore. Por ello, cuando las horas pasaban y se llevaban más y más vidas, el director aceptó su rendición a cambio de salvar las de aquellos que aún quedaban.
Desapareció, dejando tanta confusión como sabor a impotencia, pero en mayor cantidad, sonrisas satisfechas. En especial una. Lord Voldemort junto con Nagini se pasearon por un Hogwarts destruido y ensangrentado, dejando que sus palabras envenenadas prometieran una renovación, un mejoramiento. El comienzo de una nueva era, con el idealismo purista y la aceptación de los sangre sucias. Después de todo, incluso ellos tendrían su papel en todo aquello.
Con un nuevo director en Hogwarts, algunos profesores nuevos, y mortífagos rondando por el colegio, los horarios se volvieron estrictos, los castigos torturas, y los límites excesivos para todos aquellos que no cambiaron su lealtad hacia Él. Y los impuros... maltratados cuando no hay visitas, humillados con palabras dulces, utilizados para una propaganda que algunos creen y otros no.
El Ministerio por su parte, intenta mantener la calma en el mundo mágico, "independientes" aún del movimiento oscuro y de los mortífagos, de los cuales muchos abiertamente exponen su lealtad en sus puestos de trabajo, mientras otros prefieren un anonimato manipulador. El veneno que inyecta Voldemort allí es uno lento y paulatino, uno que el Ministro se rehúsa a dejar ganar. ¿Pero cuánto más podrá resistirse, con palabras venenosas en sus oídos y amenazas constantes?
Hogwarts ya cayó. Y quizá, es cuestión de tiempo para que el veneno haga efecto. Si cae el Ministerio, cae el mundo mágico. Tic, toc.